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miércoles, 30 de marzo de 2011

Tu derecho a la ventana. Tu deber hacia el árbol





El derecho a la ventana
El que vive en una casa debe tener derecho a asomarse a su ventana y a diseñar como le apetezca todo el trozo de muro exterior que pueda alcanzar con el brazo. Así será evidente para todo el mundo desde la lejanía que allí vive una persona.
Seckau, 1958.
Nos asfixiamos en las ciudades a causa de la contaminación atmosférica y la falta de oxígeno.
La vegetación que nos permite vivir y respirar está siendo destruida sistemáticamente.
 Nuestra existencia está perdiendo dignidad.
Pasamos por delante de fachadas grises y estériles, sin darnos cuenta que estamos condenados a vivir en celdas de cárcel.
Si queremos sobrevivir, todos tenemos que actuar.
Cada uno de nosotros debe diseñar su propio ambiente.
No puedes quedarse esperando a que las autoridades te concedan el permiso.
Los muros exteriores te pertenecen tanto como tu ropa y el interior de tu casa.
Cualquier clase de diseño personal es mejor que la esteril muerte.
Tienes derecho a diseñar a tu gusto tus ventanas y los muros exteriores, hasta lo que alcanze tu brazo.
Hay que ignorar los reglamententos que prohibien o restringen este derecho.
Es tu deber ayudar a la vegetación a conseguir sus derechos con todos los medios a tu alcance.
La naturaleza debe crecer libremente donde cae la lluvia y la nieve; lo que está blanco en invierno, debe ser verde en verano.
Todo lo que se extiende en horizontal bajo el cielo, pertenece a la naturaleza. En las carreteras y los tejados deben plantearse árboles. 
Hay que conseguir que se pueda respirar de nuevo el aire del bosque en la ciudad.
La relación entre el hombre y el árbol tiene que adquirir proporciones religiosas.
Así, la gente entenderá por fin la frase: la línea recta es atea.
Dusseldorf, 27 de febrero 1972.

martes, 29 de marzo de 2011

Viaje familiar (José Guerrini)



En estas vacaciones me fui a San Luis y Mendoza. Lo que más me gustó fueron las montañas, porque nunca había visto algo tan grandote. Solamente en los dibujitos.           Primero fuimos a Mendoza y nos quedamos en las cabañas. Había una pileta y también una sala con metegol. Siempre jugaba con mis hermanos más grandes pero me ganaban porque a veces no veía dónde estaba la pelota. Me hice amigos nuevos y jugaba con ellos a la guerra de agua en la pile. 
   En Mendoza no pude hacer todas las aventuras porque mi mamá dice que todavía soy muy chico pero más adelante sí me va a dejar. Como una vez en San Rafael que me quería tirar con un bote por el río y me dijo "no" entonces me puse a llorar. Me enojé muchísimo y cuando salimos a pasear me metí en la juguetería. Yo estaba muy triste pero después me puse feliz porque me compraron un auto de carreras.
   A la mañana me despertaba mi papá y lo acompañaba a comprar pan para el desayuno. Después nos preparábamos para salir. Conocimos el lago, las montañas, caminábamos un montonazo. A las siete me quedaba dormido porque las aventuras me hacían estar re cansado.
  Llegué a mi casa en Buenos Aires y miré las fotos, imaginaba que tenía poderes para volar al lado de los pájaros gigantes y ver las montañas desde muy muy muy alto.

Pequeñísimo amor de verano (Johana Antonella Ullúa)



Me hago el dormido, sigo en la cama mientras mi mamá grita ¡Iván, Valentín, arriba que nos tenemos que ir!; mi hermano sigue en la cama de arriba. Él no se levanta, yo tampoco. Viene otra vez mamá, pero prende la lunita. Me tapo con las sábanas la cara, no dormí nada y aunque mi papá haya dicho que nos íbamos a la playa, donde hay arena como en la plaza y agua como en la pileta del tío Adrián, dice que hay más, se llama mar, pero no le creo ¿mar?, mentira, es muy grande la pile.
Bueno está bien, me voy a levantar, tengo hambre y mi chocolatada está en la mesa. Mami ¿puedo llevar la play?, pero sigue gritando que no. Ufa. Termino los cereales y busco las zapatillas, bueno,  una ya me la puse, pero la otra se escapó, mi mamá dice que no tiene patitas, que no se puede esconder, que en algún lugar tiene que estar, pero no sé, yo las dejé ahí, ahí en su lugar. ¡Uy! ¡acá está! abajo de la silla en la cocina. 
Mi papá está gritando ahora, dice que nos apuremos. Ma, calienta agua, Iván sigue en la mesa mirando las figus. Listo, ya nos vamos, llevo mi pelota; pero papi quiere que la ponga en el baúl del auto, es malo.
Estoy molesto, ya van 2 horas ¿cuándo llegamos a la mar?. Ivo no me habla, yo quiero jugar con él, pero me pega y mira para otro lado, me rio y le molesta. Mamá pide por favor que dejemos de gritar que la vamos a  volver loca. No quiero eso yo. Me pongo a mirar los carteles, las nubes, pero el sol me hace mal a los ojos y tengo mucho calor. Quiero llegar, hay muchos muchos autos. Tengo chicles, voy a intentar meterme muchos en la boca. 
¡Menos mal! ya llegamos. Subimos y dejamos todo, mamichula está haciendo sanguches dice que ya, ya, nos vamos a la playita.
Acá hay mucho viento y esta arena se me mete en los ojos, me pega. ¡Era verdad! hay agua y mucha mucha mucha, es lindo mar, pero más lindo es tener tanto lugar para correr.
Miro a todos, hay muchos nenes, quiero que sean mis amigos. Me voy a acercar a preguntarles si quieren serlo. Sí quieren, y me invitaron a hacer castillos con palas y baldes que ellos mismos trajeron. Yo intento, pero no me sale, en cuanto saco el baldecito la forma no me queda y me pongo enojado. Los chicos me dijeron que tenía que usar arena más mojada, me enseñaron, ahora ya entiendo; es una papa. Pero esta arena se me mete en los calzones de ben 10. Igual estoy aburrido, miro a los grandes de al lado, pero lo único que me llama la atención en la nena que está sentada. Le pregunto si quiere jugar con nosotros. Ahora me persigue y me pregunta cosas.
Tiene muchos rulos, se llama Lola, lola lola loloca. Le inventé una canción, pero ella se enoja. Todo el tiempo estoy con ella. los chicos me dicen que inventaron un juego, es para correr y antes de que nos toque el agua los pies, hay que volver, pero no quiero que lola se quede sola, tampoco quiero que los chicos la molesten. Le convido helado y mi súper chicles, pero no come esas cosas. Así dice. Horas y horas jugando, pero ya es tarde y tengo frío. Me voy a poner un buso, pero mi mamá me dijo que abrigue y me vaya despidiendo, ya nos teníamos que ir. Lola se queda un rato más, yo me tengo que volver a casa a comer y descansar. Está bien, no importa,  Lolita, mañana nos vemos y te traigo los caramelos que te gustan.
Estoy cansado, me arde todo el cuerpo y eso que papá me puso protector solar.
Mamucha cocina milanesas hoy, justo mi comida preferida, pero como rápido así me voy a dormir, ya quiero que sea mañana.
Me levanto, pero esta vez me preparo rápido, Lola seguro me está esperando, me prometió que me iba a enseñar a hacer pozos grandes en la arena. Le digo a todos que desayunen rápido, que me quiero ir, pero nadie me escucha. ¡Al fin! nos vamos para allá, tenemos que caminar dos cuadras nada más.
Cuando llego, me doy cuenta que mis nuevos amigos y Lola, no están, no los veo. Yo quiero jugar con ellos, pero no vinieron. Los voy a buscar, me alejo solo un poquito de mamá y papá, pero no los encuentro, tengo ganas de llorar. De repente, escucho unas risas me hicieron dar vuelta, ¡habían nenes! pero ninguno de ellos son los de ayer. Igual voy y me pongo cerquita: hola, ¿querés ser mi amigo?

miércoles, 16 de marzo de 2011

bienvenidos al nuevo ciclo!





Comenzamos el año leyendo a Hebe Uhart

Aquí podés escuchar a la autora y conocer algo de su historia y su relación con la palabra